L. Szondi


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SUJETO Y SISTEMA EN EL PENSAMIENTO DE SZONDI

A. DE WAELHENS, Louvain

La idea de sistema, durante mucho tiempo eliminada de las ciencias humanas, hace hoy su aparición, de forma un tanto ofensiva, bajo la insignia de estructuralismo.

Pero el regalo está envenenado, puesto que es en nombre del sistema que el estructuralismo, en particular con Foucault, lleva a contestar la noción misma de ciencias humanas.

"Es inútil decir que las 'ciencias humanas son falsas ciencias; de ninguna manera son ciencias". (1)

Y aún este otro texto, cuya aparente oposición, en primer lugar, nos lleva a un comentario que nos conducirá al corazón de nuestro sujeto:

"Se dirá pues que hay una 'ciencia humana' no en todas las situaciones en las que se cuestione sobre el hombre, sino en toda situación donde se analice, en la dimensión propia del inconsciente, de las normas, de las reglas, de los conjuntos significantes que revelen a la conciencia las condiciones de sus formas y de sus contenidos. Hablar de 'ciencia del hombre, en toda otra situación es pura y simplemente abuso del lenguaje".

Y añade un poco más lejos, no menos perentoriamente, "pero eso no quiere decir que sean ciencias" (2).

La exégesis de estos propósitos no ofrece las dificultades que parecen a primera vista. El método estructuralista, en lingüística, en etnología, en economía, es decir en todas las ciencias en las que se aplique, se constituye los medios de tratar estas materias como sistemas cerrados regidos por leyes combinatorias al fin y al cabo puramente formales.

Por consiguiente, la referencia en ellas a cualquier carácter específico de lo humano es enteramente superflua e incluso nocivo. Desde el momento, en efecto, donde el lenguaje se estudia fuera de toda consideración en un sujeto que habla ( la mitología fuera de toda referencia a un sujeto que expresa su opción relativamente al origen, a la vida y a la muerte; la etnología fuera de toda referencia a un sujeto que organiza la ocupación de su mundo y regula las relaciones con los otros bien sea del mismo o de diferente sexo), desde este momento, en efecto, toda razón se desmorona al ver en estos diferentes saberes de cualesquiera ciencias humanas.

Permanece, por tanto, algo residual.

En alguna parte tiene lugar, debe tener lugar, así lo admite Foucault, una interrogación del hombre sobre él mismo, sobre su trascendencia. Y para retomar los términos del autor, ella surge tan pronto como "se analiza, en la dimensión propia del inconsciente, las normas, las reglas, los conjuntos significantes que revelan a la conciencia las condiciones de sus formas y de sus contenidos".

Nosotros tendríamos pues ahí una ciencia humana.. Desgraciadamente, subraya Foucault, no es de ninguna manera, una ciencia. Pues tal es la dialéctica del formalismo y de la anti-historia. Allí donde el sistema puramente formal fracasa o muestra sus límites, es - nos dice él- la ciencia misma, toda ciencia que desaparece.

Aún se podría ir más lejos, y sostener, contra la filosofía y sin duda también contra Freud, que incluso esta interrogación "en la dimensión propia del inconsciente, desemboca también y aún, sobre un sistema puramente formal de tipo lingüístico o matemático.

En este momento, se está cerca del saber absoluto, pero de un saber absoluto, al contrario del de Hegel, sin sujeto , y tratando bien de enmascarar, bajo fuerza de rigor y subtitlidad, su vacío total y definitivo.

Es decir que hay el peligro de arrojarse en el extremo opuesto y volver a las equivocaciones de otro tiempo donde se condenaba, como contrario a los sacrosantos "hechos" - donde todos nosotros sabemos que el más humilde es más poderoso que un señor alcalde - todo esto que era tacado "de espíritu del sistema"... y que bien habría podido ser la ciencia-misma y toda entera.

Me parece que, justamente, la obra y el pensamiento de Szondi señalan entre el formalismo sin contenido y el empirismo sin principios, un lugar donde la interrogación "en la dimensión propia del inconsciente" se desarrolla en un saber sistemático tan claro que constantemente lo toma sobre lo concreto.

Pues uno no podría equivocarse: la idea maestra del pensamiento de Szondi es seguramente que el conjunto de las dimensiones constitutivas del inconsciente del sujeto humano describe un sistema.

Esto se observa ya en el hecho de que _Szondi abandona el carácter originalmente indeterminado - si no por la cantidad - de la pulsión tal que Freud lo admitía cuando definía esta última como la mediadora de lo orgánico y de lo psíquico.

Esta indeterminación original de la pulsión explica la razón profunda de una crítica que Lacan dirigía a Freud ya hace tiempo de su artículo de la Enciclopedia francesa. Se constata según Freud - escribía - una perpetua duda, que corre el peligro a veces de degenerar en confusión, entre un genetismo dinamista y radicalmente historicista, a menudo privilegiado, y , por otra parte, más oculto y más oscuro, la tendencia a comprender el inconsciente y el devenir de la subjetividad que se instala a partir de él, como una sucesión dialéctica de estructuras o de momentos estructurales.

Y, en efecto, esta indecisión es inevitable desde el momento en que se parte de una indiferenciación originaria de la pulsión: ella conduce fatalmente a poner en cuestión la historia.

Ahora bien esta indeción entre la estructura y la historia - y los peligros anejos - no existe según Szondi, que hace siempre y en todas partes, y claramente, la parte debida de una y otra. Es que, en facto, Szondi tiene en cuenta que el inconsciente está estructurado desde el origen, según las diversas dimensiones sistemáticamente articuladas y que conciernen, en el inconsciente, la totalidad de la existencia.

Ellas llevan, en efecto,

1. Sobre la relación "a sí mismo" (que implica también una cierta relación al todo)

2. Sobre la relación "a la ley".

3. Sobre la relación "a otro", en tanto que él pasa por la mediación del objeto perdido - y, en fin,

4. Sobre lo que yo llamo - no sin una duda - que tendría que explicar - la relación "al cuerpo".

No habéis dejado de reconocer en esta enumeración los cuatro vectores fundamentales del test, pero presentados según un orden diferente que parece más adecuado hoy día a nuestro propósito.

Este propósito desearía mostrar que las actitudes o dimensiones cuestionadas por el juego de los cuatro vectores y de sus raíces cubren, sobre un modo a la vez sistemático y dialéctico, el campo entero de los problemas antropológicos; entiendo, que estos problemas fundamentales que se imponen al conjunto de toda antropología filosófica.

Lo que yo he nombrado la relación " así mismo" es cuestionada por los componentes del vector Sch, que Szondi designa indiferentemente bajo el nombre del VECTOR DEL YO (Ich) o de la esquizofrenia. Esta doble apelación, que cada uno puede constatar que perturba mucho a los no iniciados, será la ocasión de una primera observación. Ella nos permite, en efecto, percibir que, para Szondi, la constitución, no de todo el yo, sino de su núcleo esencial, depende del conjunto de relaciones posibles entre el yo, por una parte , y las diversas modalidades del ser y del tener por otra parte.

Ella no aprende, por otra parte, según Szondi, la esquizofrenia hace de alguna manera figura de psicosis-tipo. Ella, y sólo ella, se ataca al fundamento mismo del yo o del sí mismo; las otras psicosis no alcanzan a este yo a no ser que sea como repercusión. Ellas no tienen lugar en él, si podemos expresarnos así, su lugar.

Veamos ahora, con alguna precisión, en qué consisten estas opciones. Y a este respecto, observamos, en primer lugar que ellas evitan cuidadosamente sujetar el yo en la famosa oposición: percepción-realidad, la cual, nos lo han bastantes veces enseñado, conduce a las insolubles dificultades del paso entre lo de fuera y lo de dentro, entre el exterior y el interior.

La filosofía no puede dejar de probar cierto relajamiento constatando que un problema de transmisión ha dejado en delante de imperar toda la doctrina del yo. Esta visión antigua que ha tenido un gran peso sobre un cierto freudismo, entrañan una inevitable así como fastidiosa consecuencia: ellas transforman la percepción en una máquina de fabricar unas representaciones, representaciones cuyo yo tendrá en adelante que hacerse el receptáculo.

Pero esta relajación del filósofo no será tal, cuando vea, con la obra de SZONDI, parar la posibilidad de elevar contra él una cierta objeción mantenida como decisiva por algunos. Esta objeción declara simplemente incompatibles la noción freudiana de inconsciente y la de la intencionalidad en el sentido de la fenomenología. Decir con HUSSERL "Bewusstein ist Intentionalität" viene a ser pues a liquidar todo el inconsciente. Pero que la naturaleza de la conciencia, o más exactamente de lo que es humano, ya sea intencional o preocupación no significa `por tanto que esto que es humano sea consciente o incluso preconsciente de la intencionalidad que él ejerce.

Y es justamente, lo que nos enseña una reflexión sobre el pensamiento de SZONDI. El deseo de tener todo o de no tener nada, el de ser todo o estar fuera de todo, son sin ninguna duda, modos de intencionalidad o de preocupación puesto que ellos ponen en juego la relación a toda alteridad posible y definen el yo por esta relación. Ellos no lo , por tanto, y nosotros conscientes y lo sabemos bien al leer a SONZDI.

Pero sea lo que sea que piensen los que mantienen la objeción de la que yo hablaba, la verdadera cuestión de esto está en otra parte. De hecho, si, como ellos mismos lo plantean, el yo consciente se reduce a elaborar o a recibir unas representaciones de la realidad, por otra parte coloreadas de afectos que pueden, sin que uno sea consciente con antelación, deslizar de una representación a otra, desplazarse entonces nos lleva a rechazar absolutamente fuera de este yo, las tomas de posición, no representadas, que lo constituyen al mismo tiempo que ellas lo sitúan.

Sobre este punto capital, la doctrina de SZONDI levanta una vez más todo equívoco. Ella muestra y verifica como el yo surge, no de un sistema de representaciones de la realidad, que está por otra parte más o menos orientada y contrarrestada por las pulsiones, como tales inaccesibles y que fuerzan este yo a compromisos más o menos exitosos, pero surge al contrario, de un juego de opciones relativas al todo, que serían tanto menos conscientes cuanto que es de su articulación, y de ella sola, que el yo nace, situándose.

Pues es preciso y es suficiente, para que el yo sea, que se amalgamen y se limiten recíprocamente, el deseo "de ser todo" o de "no ser nada", y "de poseer todo o no poseer nada".

Dicho esto, es sin duda superflua probar que estas cuatro raíces son todas y cada una necesarias para que se engendre el yo, sin que jamás ninguna pueda por ella sola bastar, Pues nombradas de otra manera, uno reconoce en ellas esta proximidad y esta distancia, esta consistencia y esta desnudez de la negatividad, sin las cuales ninguna identidad, por ella misma señalada, ¿sería posible?

Y al mismo tiempo, no es menos visible que, más allá de ciertos límites, toda acentuación de una de esta dimensiones en detrimento de las otras, entrañaría forzosamente, para el yo, unas perturbaciones radicales.

Pero mi propósito será sin duda más inteligible al psicólogo si, cambiando aún una vez de lenguaje para acercarme a la del autor, decía que el sujeto no llegará a ser un yo más que por la capacidad constante y armoniosamente ejercida de participar, de proyectar, de introyectar y de negar . No se puede por otra parte, contestar que un desequilibrio de estos componentes exponga el yo al más grave peligro que es, si este desequilibrio se mantiene, el poder de ser destruido.

LA LEY

Un segundo juego de opciones concierne, como bien sabéis, "la ley"...La idea de que la relación a la ley contribuye a la constitución de la subjetividad efectiva de lo que es humano, nos es desde hace tiempo familiar. Hemos aprendido de Freud que esta relación define el nudo del rol y de la función paternal como también lo esencial de nuestra relación con el padre. Nos está permitido decir en esta perspectiva que al menos, según ciertos autores, es por la ley que el Edipo se hace y se deshace.

Por otra parte hemos aprendido de Lacan que lo que él llama "la metáfora del nombre del padre" mientras consagre la inanidad de ponerse como lo que llena el vacío del otro, mientras coloque de alguna manera al Otro en el otro, hemos aprendido, digo yo, que esta metáfora es, por su fracaso o éxito, la llave del mecanismo psicótico o el del acceso a la normalidad de l verdadero sujeto.

La ley tal cual es concebida por SZONDI, se sitúa en un cuadro a primera vista bastante diferente y que uno tiene la tentación de acercar, por razones evidentes, a un pensamiento como el de LEVINAS. La ley, para Szondi, es esencialmente el "Tú no matarás". En efecto, hay un lazo estrecho entre la ley según Szondi y aquél del que nos hablan Freud y Lacán. Pues si para estos últimos, la ley se confunde con el reconocimiento del padre en tanto que él confiere identidad por la promulgación de lo prohibido, entonces la muerte del padre es también la muerte del primero y la suprema negación de la ley.

¿Pues por qué matar si esto no es para separar el obstáculo de lo que limita? Y ¿dónde se pone el límite más absolutamente que allí donde viene a ser el medio de enunciar mi misma identidad y de situarme irrevocablemente entre todos los humanos?. Está claro pues que es al padre a quien hay que matar para asumir la imposible contradicción que mira a ser un yo que no tendría de sí, como el pecador de Kierkegaard que no entra en lo religioso más que queriendo su total autonomía, que es también la negación o la muerte de Dios.

Pero si aún Szondi muestra que esta actitud frente a la ley es necesariamente compleja: que sea masiva en un sentido o en otro no puede ser más que patológico.

La ley, en primer lugar, es en cierta manera doble según que uno la considere en el reconocimiento que ella ha sido siempre reconocida por los otros, forma sobre la cual ella

a) regula la sociedad de todos o,

b) al contrario, según que este reconocimiento reclama mi adhesión íntima y privada. En ninguno de los dos casos, tengámoslo en cuenta, la respuesta no estaría simplemente en un sí o un no, pues esto no es posible, ni bueno que cada uno se empeñe en extirpar de sí hasta el último rasgo de todo el poder fantasmático original.

Hay que tener en cuenta pues que la acti9tud que mira al reconocimiento exterior de la ley combinará, según unas proporciones variables para cada uno, la aceptación de esta con la preocupación - digamos discreta- de la "pequeña diferencia narcisista" querida al no-conformismo; tendremos en cuenta también que la adhesión interior a este mismo reconocimiento no podrá completamente deshacerse de toda nostalgia - más o menos complaciente y activa, a veces eruptiva - del primer sueño de la autonomía total.

Hemos también recorrido lo que la doctrina nombra los vectores del centro o del medio. Sin que se pueda decir, con precisión, que el medio no toca más que la relación a sí, es verdad por tanto que la relación a así, aún siendo ya y en todas partes implicada, no se manifiesta más que mediada por la relación a sí. Atendamos a que las cosas sean invertidas por vectores extremos..

La cuestión se presenta pues ahora de comprender lo que pueden ser y lo que son estas relaciones respecto al otro, mientras que ellas devienen, por decirlo de alguna manera explícita, entendiendo por eso que ellas no están más implicadas en la relación a sí.

Lo hemos dicho más arriba todos nuestros contactos con el otro pasan por la mediación original del objeto perdido. Pero ¿qué quiere decir esto? Como FRUD, como todo el psicoanálisis - pues está ahí sin duda uno de los raros puntos sobre los cuales todas las tendencias se ponen de acuerdo.

SZONDI piensa que todo psiquismo, toda subjetividad humana, se ha formado a partir de una fase más o menos mítica o imaginaria - pero no discutamos esto por el momento - en donde el sujeto por razón de su estado prematuro y de su total imbecilidad iniciales, se ha encontrado como confundido con el que lo alimentaba, lo cual por otra parte en este estado, no puede ser para nosotros más que otro; es el estadio que los autores, como nosotros, describimos bajo el nombre de "UNIÓN DUAL".

Si admitimos que la ruptura de esta "Unión dual" es el solo y verdadero porvenir futuro de la subjetividad, admitiremos al mismo tiempo que el primero otro, todavía a penas comprometido y quizás otro cierto, que esta subjetividad, elaborándose tendrá que encontrar, eso será precisamente el antiguo compañero dual, en adelante se pasará de devenir objeto.

Pero nosotros afrontamos aquí una ambigüedad fundamental. Esta separación ineluctable va acompañada de la plenitud perdida. Es un peligro el de devenir y se él mismo: el peligro de la imitación, de la negatividad, del seseo, y por decirlo en términos psicológicos, de la insuficiencia.

Este peligro, el individuo no lo asume jamás a gusto: Esto significa pues, la pérdida de toda potencia total originaria que, por muy mítica que sea, va en adelante a revestirse de una secreta nostalgia imposible de sobrepasar .

De aquí esta ambivalencia del sujeto respecto al otro, cuya doctrina y práctica del análisis no cesan de acumular pruebas y ejemplos. Del destete - y quizás del mismo nacimiento - hasta la resolución del Oedipo está siempre, aunque cada vez a un nivel más complejo y más diversificado, la misma dialéctica la que se realiza.

La separación de la pareja Dual que, visto en una perspectiva de futuro, instituye la desalineación, podrá y deberá ser sentida más o menos conscientemente, como una pérdida y un rechazo; la liberación progresiva de la antigua dependencia podrá tomar la figura de una renuncia violenta a lo que era imaginariamente un poder y una seguridad ilimitada.

Esto se ve aún mejor al considerar las cosas desde su más alto nivel, es decir al nivel del Edipo, bien sea que se trate de ponerlo o bien que se trate de resolverlo. Sin duda, en efecto, que la entrada en el Edipo no es, para el devenir de la subjetividad, una peripecia desalienante puesto que, solo ella abre el sujeto a un amor y a un deseo plenamente objetal.

Pero este amor - por razón de la incertidumbre y de la precariedad fundamentales que le caracterizan - pues en adelante el sujeto tenderá a conseguir del otro una respuesta gratuita, lejos de poder satisfacerse por la fusión con y en él - este amor expone también el sujeto a lo que él imagina ser una alineación puesto que tiene que reconocer sus límites.

La misma ambigüedad aún para la liquidación del Edipo. Ciertamente esta resolución es altamente liberadora, pues renunciando al objeto prohibido, el sujeto, en contrapartida, accede tanto a su propia identidad como al pleno conocimiento de lo real. Y, por tanto, hay que recordar que el motor esencial de esta disolución es la manera de ser castrado, que no tiene, confesémoslo, nada de desalienante.

Desde entonces, cómo no reconocer con SZONDI que todas nuestras relaciones hacia el otro, todos nuestros contactos con el otro, llevan siempre el sello de la decepción original.

Cada vez resucitan las más antiguas opciones. Rehusar el objeto y volverle la espalda puesto que de todas maneras, el nos traicionará. Simular tenerlo por lo que absolutamente me va a llenar. No aceptar y no ver en él más que el representante y el sustituto de un cierto otro al cual nos liga tanto la esperanza como el resentimiento, y el resentimiento tanto como la esperanza. Transformar todo encuentro en una búsqueda sin tregua ni reposo en donde el deseo no se da nunca más que por el comienzo de otro deseo, que será finalmente feliz.

Estas marcas y trazos del más antiguo objeto - que no fue nunca objeto- se proyectan sobre el otro como una sombra y un Destino. SZONDI, una vez más, los articula en una elección de actitudes, más o menos exactamente complementarias según los individuos. Nos parece que este sistema puede comprenderse de la manera siguiente.

En el punto en que cada uno de nosotros se encuentra colocado, es decir en un punto en donde él es siempre el sujeto y la presa de una cierta historia, por necesidad se presentan dos grupos de opciones:

Uno de estos grupos concierne principalmente los objetos ya poseídos o adquiridos y que por consiguiente, hemos perdido ya o estamos en camino de perderlos, conforme a la ley de toda vida, que es caminar hacia la desposesión y la muerte.

Pero por otra parte, puesto que es verdad que tanto una vida, por muy usada que sea, no para es bosquejar un cierto porvenir, aunque sea mediocre y precario, es verdad que esta vida engendra sin parar la posibilidad de volverse hacia nuevos objetos y de separarse de ellos, posibilidad que puede ciertamente ser disminuida pero que no podría ser nunca abolida. ¿Cómo articular la dialéctica de estas actitudes?

El objeto más antiguo es el seno maternal y el vínculo o el rechazo que lo habría inspirado será, lo hemos visto, el prototipo de nuestras actitudes respecto de nuestras opciones que tocan la amenaza inalienable de la pérdida, ya consumada o en vías de consumación en el transcurso de los días.

Se puede, por una parte encarnizarse en rechazar y en negar esta pérdida. Observemos a este respecto que la actitud, llamada por SZONDI enganchamiento del objeto, no puede ser acercada de nuevo a las tendencias llamadas conservadoras que conciernen de manera particular la dialéctica del nuevo objeto. Pues se trata actualmente de una pérdida en la que ya se ha intervenido de alguna manera. La sola cuestión es pues la de la medida de nuestra aceptación o de nuestro reconocimiento de esta pérdida. No consentir de ninguna manera, es entrar en la existencia del delirio.

Sabemos bien que es vano no cambiar, lo que parece ser el desorden o el calor de la vida, la habitación de un muerto. Este no volverá por tanto a frecuentar los lugares en los que ha vivido cerca de nosotros, eso lo sabemos. Simplemente su partida no es reconocida, es negada sobre el plano de nuestro contacto con él. Más aún podrá serlo sobre el plano de la existencia si esta negativa se amalgama con otras tendencias. Como en aquella madre delirante, quien, después de 15 años, no cesa de tener junto a ella la imagen alucinatoria de un hijo que murió de ocho años. Año tras año, este fantasma de carne y hueso crece, atraviesa el ciclo de los estudios secundarios - brillantemente y lógicamente para acabar en un servicio militar sin problemas, o en una vocación sacerdotal sin que se pueda contestar el celibato eclesiástico.

La actitud inversa rechaza el objeto, provoca incluso la ruptura con él para sancionar, o bien castigar su fatal infidelidad. Se rompe el objeto que ha decepcionado, incluso se rompe antes que haya decepcionado, puesto que de todas maneras decepcionará. Aquí se miden tanto la necesaria separación cara a todo objeto, como la necesaria y vana sublevación contra toda finitud.

El otro grupo de actitudes se relaciona con la búsqueda de objetos nuevos. Opone por una parte el deseo de privilegiar todo objeto nuevo porque es nuevo para él, por otra parte de renunciar a toda búsqueda de un nuevo equivalente al rechazo de todo objeto, puesto que el objeto siempre nuevo no será jamás poseído. No prepara, como en las victorias de Pyrrus, más que otra conquista que no le aporta por consiguiente la paz de la posesión, más bien le aleja cada vez más. Inversamente, la renuncia a toda búsqueda de objeto nuevo se anota en otro registro o la negativa de confesar la pérdida del antiguo objeto.

Pero sean cuales sean las promesas y los peligros que marcan para cada uno de notros los modos de nuestro contacto con el otro, nosotros tenemos que comprender como detrás de todas relaciones se perfila la relación original de todo primer objeto, y como delante de todas estas mismas relaciones se anuncia la figura de la muerte. Una y otra pueden ser idénticas. El filósofo decía HEGEL, piensa el comienzo como siendo el fin y el fin como siendo el comienzo. ¿Es necesario creer que la afectividad de cada uno de nosotros siente como pensaba el filosofo hegeliano?

EL CUERPO

Nos queda finalmente abordar el último vector, que ya he nombrado: la relación al cuerpo. Esta apelación se separa de la denominación propuesta por SZONDI, que prefiere hablar del vector de la sexualidad. Esta modificación nos es sugerida por el hecho que el vector en cuestión concierne en primer lugar las actitudes del sujeto que son relativas a la corporeidad.

Actitudes que no devienen sexuales en sentido estricto más que cuando se combinan con los componentes de los otros vectores y, más particularmente, con los del vector inmediatamente precedente. Es la mediación del contacto que hará esta relación intercorporal.

No se trata pues aquí simplemente de la sexualidad confirmada por los vocablos escogidos por nuestro autor para designar las raíces de este vector, a saber la homosexualidad y el sadismo. Es manifiesto que si se toman estos términos al pie de la letra, no son de ninguna manera complementarios y que entendidos tal cual pretender variables totalmente y ampliamente independientes. Es preciso pues establecer entre ellos el juego dialéctico requerido, someterlos a una interpretación.

El primer componente que es la homosexualidad, califica en efecto, la tendencia del sujeto a replegarse sobre su cuerpo, a profundizar en él para conseguir placer. Se podría resumir de manera bastante exacta por el término francés de sexualidad, que bajo su forma sublimada , se transformaría en ternura. Lo esencial nos parece estar aquí en el abandono de la carne pero de una carne todavía sexualmente indiferenciada, lo que explica el nombre que Szondi le atribuye.

Esta componente intenta, si puedo expresarme así, un cierto retiro de estar en el mundo, al menos en tanto que el estar en el mundo subraya la actitud de habitación de colonización de ocupación, en una palabra de preocupación y de trascendencia.

El primer elemento del vector concierne el entumecimiento carnal y la inmanencia sensual o, al contrario, de su rechazo, que se manifiesta como la negación o la huida de lo corporal en tanto que fuente de placer.

La complementariedad de esta actitud se encontrará pues en la corporeidad vivida como tomada, como sobrepasando los propios limites. Este deseo de contenerlo en él mismo, pero que permanece extranjero al placer, tendrá como punto último la auto-destrucción, que le retira todo poder.

Es sin duda superflua- pues es preciso concluir -mostrar como este juego de opciones de desarrolla en una sexualidad que será su tierra de elección. Superfluo también de señalar una vez más hasta qué punto las cuatro dimensiones de este vector contribuyen de manera esencial, no solamente a la sexualidad hacia las cuales ellas están explícitamente aplicadas, sino a la totalidad del ser hombre.

RESUMEN

Hemos recorrido así el conjunto de los vectores que estructuran, según SZONDI, los sótanos del inconsciente del psiquismo humano. Lo importante para nosotros es, en primer lugar que esta estructura diseña una sistema riguroso, en el sentido de que el psiquismo concreto no puede constituirse más que por la intervención de los diversos vectores y de las diversas dimensiones positivas y negativas de cada vector.

SZONDI esclarece como un nuevo día la palabra famosa: das Ware ist das Ganze. (La verdad es la totalidad. ed.) Y si es quizás verdad que este día es también una noche, no es de ninguna manera lo que el autor quiere decirde que todas las vacas sean negras.

Que el inconsciente sea un sistema y que SZONDI no rechazaría sin duda la idea de que este sistema sea estructurado como un lenguaje, no implica por tanto que este sistema funcione sin sujeto, ni que este lenguaje hable por sí mismo. Todo lo contrario. Si reflexionamos tienen algún mérito, ellos habrán mostrado que los factores estructurantes del inconsciente son, en cuanto a su sentido, los mismos que el sujeto consciente deberá reconocer que ellos son también los que articulan todas las cuestiones esenciales del destino humano.

SZONDI nos persuade que uno que uno llega a ser uno mismo y que uno no puede llegar a ser uno mismo más que moviéndose y situándose a la vez relativamente en unas instancias decisivas que son el ser, el tener , el todo, la ley, la violencia, la muerte, el cuerpo, el amor y el sexo.

Es el concurso de estas opciones inconscientes que hace un psiquismo concreto, y es su reconocimiento quien hace un sujeto, como el la meditación de su sentido último el que hace una antropología filosófica.

Tenemos razón al pensar que la obra de SZONDI está alejada porque transciende tanto la abstracción de una sistemática rigurosa pero puramente formal como desencarnada, como la contingencia historicista de una dinámica que se esfuerza más o menos vanamente de dar figura al caos?

c 1996-2000 Leo Berlips, JP Berlips & Jens Berlips, Slavick Shibayev